Loftin - White
En los tiempos que vivimos
se ha generalizado la opinión de que un amplificador de audio debe
tener como mínimo 50W de potencia por canal. Bajo este concepto
resulta difícil tomar en serio a un aplificador de 3.5W.
Sin embargo, cuando uno
escucha un circuito Loftin-White lo que hasta el momento se presentaba
como una idea clara, termina convirtiéndose en una antinomia entre
potencia y calidad de sonido.Toda aseveración con relación
a la calidad de sonido en función de la potencia, es de una veracidad
parcial y generalmente de un carácter efectista que no se ajusta
a la realidad.
Sin profundizar demasiado
en electroacústica teórica vale recordar al lector que un
amplificador de 3.5 Watt conectado a un parlante de alta sensibilidad (más
de 100 dB/W/m) producirá niveles de presión acústica
superiores a los de uno de 100 watt conectado a un parlante standard de
86 dB/W/m.
El Loftin-White, es el circuito
favorito de los entusiastas del movimiento, o por mejor decirlo, la "fiebre",
del DHSETA (Direct Heated Single Ended Triode Amplification). Esta pasión
por circuitos de la década del 30 en los que se utilizan válvulas
triodo de calefacción directa en configuración single-ended
(diferente al prolífero sistema push-pull) se desarrolla en Japón
al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Por aquellos tiempos, la estrella
de occidente era el circuito ultralineal de Williamson, con posteriores
variantes de Haffler, que en 1947 despuntó con un transformador
de salida muy singular que además de entregar mayor potencia con
el uso de pentodos en la etapa de salida, registraba en el banco de prueba
mediciones que para la época eran una verdadera revelación.
Sin embargo, el encumbrado
amplificador de Williamson contenía la distorsión armónica,
producto espúreo del mismo circuito, apelando a un viejo artilugio:
el lazo de realimentación negativa. El embate de Williamson provocó
el nacimiento de la era de la baja distorsión o, para decirlo de
otra manera, de alta realimentación; desatándose entonces
entre los distintos fabricantes lo que daría en llamarse la "guerra
de las especificaciones" cuyas consecuencias negativas padecemos hasta
nuestros días.
Volviendo al derrotero de
los DHSETA, diremos que son dos las principales ventajas que estos circuitos
ofrecen: la utilización de válvulas triodos y el poder obviar
por completo el uso de realimentación negativa.
La válvula triodo
Con relación a la
primer ventaja antes mencionada recordaremos que los triodos son dueños
de una justificada fama por presentar un escenario sonoro sumamente tangible
y con la presencia de los detalles más íntimos del evento
musical, lo que se traduce en una sensación auditiva realmente embelesante.
El triodo, inventado en
1906 por el científico vienés Robert von Lieben dominó
los escenarios de la transmisión y recepción de radio hasta
la década del 50 en que apareciera ese pequeño milagro llamado
transistor. El invento de von Lieben consistió en agregar al tubo-diodo
de Fleming una rejilla de control interpuesta entre cátodo y ánodo,
que con un potencial negativo limitaba el fluir de los electrones libres
del cátodo incandescente hacia el altamente positivo ánodo
o placa. De esa forma, con el agregado de un tercer electrodo nace la válvula
triodo, la que fuera posteriormente perfeccionada por el investigador norteamericano
Lee de Forest para su utilización en frecuencias de audio.
De Forest bautizó
con el nombre de "Audión" a este dispositivo que derivaría
en lo que hoy conocemos como triodo y que es la más antigua de las
válvulas, ya que los tetrodos y pentodos son cronológicamente
posteriores.
El triodo es la válvula
favorita de los audiófilos puristas, por la simpleza de los circuitos
que a ella se asocian. En el esquema Loftin White el setup se produce sin
capacitor de desacople de grilla , es decir que el driver de la primera
etapa maneja la grilla de la segunda sin ningún capacitor interpuesto,
evitando todo posible detrimento de la señal. De esta forma el amplificador
de Loftin White también evita las pérdidas en baja frecuencia
que resultan de la combinación de pequeños capacitores con
resistencias de bajo valor.
El cero-feedback
Habíamos dicho que
la segunda ventaja esencial del DHSETA era la posibilidad de evitar por
completo el uso de realimentación negativa . Con relación
a esto diremos que los circuitos push-pull (a diferencia de los single-ended)
si bien tienen la ventaja de entregar mayor potencia y cancelar por completo
la distorsión por segunda armónica, deben recurrir a importantes
cantidades de realimentación negativa con el fin de disminuir distorsiones
armónicas de orden impar.
Esto implica un manoseo
de la señal ya que se le reinyecta un porcentaje de si misma pero
con una rotación de fase mínima de 180 grados.
En lo que va del siglo deben
haber existido cientos de diseñadores trasnochados que gritaron
EUREKA al ver que con realimentación negativa solucionaban mágicamente
el problema de la distorsión armónica, olvidándose
del hecho de que un amplificador de audio debe reproducir música
y que una señal musical involucra una función mucho más
compleja que la senoide que el osciloscopio dibuja.
Las topologías single
ended si bien desarrollan baja potencia, eliminan virtualmente y sin uso
de realimentación negativa todas las distorsiones armónicas
a excepción de la de segundo orden las que debido a sus características
intrínsecas no resultan molestas al oído humano en cantidades
menores al 12% ( la distorsión típica de 2do orden de un
single-ended es del orden del 3.5% ).
El cuadro toma real perspectiva
si tenemos en cuenta que el oído es sumamente sensible a distorsiones
de séptima armónica tan pequeñas como del orden del
0.5% .
Esto demuestra lo falaz
que resulta el juzgar a un equipo de audio a partir de lo que revelan las
pruebas de laboratorio. Son las pruebas auditivas y no los instrumentos
de medición las que privilegian al DHSETA.
Comparada con otras clases
de amplificación podrá resultar superior o no según
que parámetro se compare y fundamentalmente según quien lo
juzgue.
G.P.
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