la maduración del streaming
Streamers Hi-Res
¿Porqué son tan importantes estos dispositivos que acaban de irrumpir, casi
silenciosamente, en el mundo del audio de alta performance?
¿En qué consiste su novedad, si es que realmente la hay?
Veamos
Recapitulando cortito
La cabeza de playa de los formatos digitales fue el CD, claro, de la mano del Libro Rojo, con sus 16bits
y 44.100 c/s, que fue mejorando, y mucho, su performance con el tiempo. Por el otro flanco, el de la
practicidad, el MP3 aportó lo suyo en cuanto a gran portabilidad, escaso
volumen de almacenamiento y velocidad de transferencia. Pero había que pagar el precio de la pérdida de calidad.
El FLAC, formato compresivo sin pérdida, respondió al desafío del ancho de banda y a la necesidad de algunos (mi caso por ejemplo) de almacenar algo así como la Biblioteca Musical de Alejandría en sus computadoras,
pero comprimía un WAV a sólo el 50% de su volumen original (contra el 11/1
de un MP3 de 128kbps). Los discos empezaron a hablar en terabites.
La punta alta del ovillo duplicó la apuesta, 24/96, 24/192, DSD, DXD y ya el volumen de almacenamiento
amenazó con irse de escala.
Por su parte, el Streaming de alta calidad, que se defendía a capa y espada con su consabida muletilla de
ofrecer "calidad de CD” enfrentaba el hecho irrefutable. El hecho de que “calidad CD” hoy es “piso”, no “techo”…. ¿entonces?
Recapitulemos nuevamente
Primero fueron los reproductores de CD, y pronto empezamos a trajinar con las pérdidas de calidad asociadas a elementos mecánicos giratorios errores de lectura & all that jazz. Hubo
todo tipo de tweak para domar a ese formato que prometía mucho pero que en
un principio nos lijaba los oídos. Pagamos muy caro la eliminación del ruido
de púa y el poder disfrutar de graves realmente controlados. Por otra parte
la biblioteca, que pasó de una simples contenedores para 30 o 50 CDs, a
ocupar estanterías primero y paredes después, porque si bien es cierto que
un CD ocupa menos espacio que un LP, los CD son... copiables.
Es en esto punto en que el asunto se conecta con el MP3.
Sucede que empezamos a “bajar” música de la Red en formato MP3 y
fuimos para ese lado. A disgusto, por la pérdida de calidad, pero,
embelesados por la practicidad y la comodidad, fuimos para ese lado. Esto es,
el lado de escuchar "archivos digitales" y no "discos giratorios".
Varios factores conspiraron para producir este cambio dramático y casi
imperceptible: la pereza de transcribir los MP3 a CD, (este paso necesario
para poder escucharlos en el equipo de audio consume mucho tiempo), el que muchos reproductores de CD no leían archivos MP3
y, fundamentalmente, el concepto de que si al MP3 lo bajábamos directamente
de la Red a la PC... ¿porqué no escucharlo en la PC, también directamente?.
Partiendo de este sencillo planteo, cada uno lo hizo a su manera, pero
lo hizo. El audio digital se hizo archivo. Algunos, los menos exigentes
opinaron que había parlantitos activos que sonaban bastante decentemente,
otros optaron por la Sound Blaster (los conocedores preferían la Turtle
Beach) conectada al equipo de audio, alguien pensó en una placa de sonido
externa USB, otro descubrió los archivos FLAC o ALAC... y de ahí a la computadora audiófila, el HighEnd Audio PC, los discos de 3 Teras, JRiver, Foobar, Clementine,
Audirvana y todo lo que ya sabemos, hay un paso.
El problema es que con ese paso olvidamos el origen de todo esto, que era reproducir MP3 de un
modo mejor y más cómodo, y administrar grandes librerías.
En suma, hicimos la vista gorda a las desventajas intrínsecas del sistema.
Pasó como con el cassette, que empezó como dictáfono y desembocó en la Nakamichi 1000 Tri Tracer mk.II.
Era conceptualmente un despropósito, pero aunaba tres cosas muy importantes: un
razonable desempeño, un formato mecánico universalmente instalado y la mejor portabilidad
disponible al momento. No sonaba tan bien como el vinilo o la cinta abierta: no importa.
Esto, con el cassette. En el caso de la computadora audiófila olvidamos
tres cosas: la cantidad de pasos de proceso que sufre la señal dentro de la computadora,
la cantidad de procesos independientes que lleva a cabo la computadora
mientras reproduce música y la tremenda cantidad de ruido digital que hay dentro de todas ellas,
inherentes tanto a procesamiento como a periféricos.
Es por todo esto que resulta muy probable que un muy buen reproductor de CDs suene mejor que una muy buena computadora audiófila.
La inesperada vuelta de tuerca
Para combinar lo mejor de
ambos mundos, aparentemente sin proponérselo, aparecen los primeros streamers de alta performance.
Se supone que su único propósito era poder escuchar radio web con buena
calidad. Casi parecen hechos a la medida de Spotify o, mejor aún, Tidal.
Lo paradójicamente interesante es que TODO lo mencionado hasta ahora NO es el punto central de la importancia de estos dispositivos. Al menos no desde la perspectiva
que más nos interesa.
Su importancia audiófila no tiene que ver con lo que viene por el aire sino con esa inmensa biblioteca almacenada en
nuestro disco rígido.
En realidad, estos dispositivos permiten que
escuchemos nuestra discoteca de archivos de sonido de alta resolución como
nunca los oímos antes.
Un buen ejemplo serían los equipos de Sonos y
de BlueSound. Los menciono a modo de ejemplo. Pueden verse como el prototipo de una nueva
propuesta que tiene mucho para ofrecer. No sólo suenan extraordinariamente
bien, queda claro que estos dispositivos son los primeros ejemplares de un nuevo paradigma que llegó para quedarse, probablemente remplazando a todo lo demás en términos de
audio hogareño, de mid-fi para arriba.
MQA, y lo que requiere la música
Hoy, en un mundo donde más cosas son medibles, algunos sabios alquimistas
van un paso más allá de la ya importante por si misma ausencia de ruido
digital, y sostienen que la música tiene mucho más que ver con la correcta alineación en tiempo de la reproducción
que con la respuesta plana en frecuencia. Sí, esa respuesta plana en frecuencia que,
se obtuvo implementando inmensas cantidades de realimentación negativa, destrozó la alineación en tiempo.
Al rescate llega el MQA. El MQA probablemente sea el más importante
desarrollo a la fecha en procura de establecer una correcta alineación en
tiempo en la reproducción musical. Estamos hablando de textura. Estamos
hablando de palpabilidad.
Una "puesta en valor" del evento original, si se quiere.
Entonces, cuando el streaming parecía definitivamente estrangulado por requerimientos de anchos de banda imposibles, apareció el MQA, y la melodía fue completamente otra.
El MQA permite que streaming services como Tidal pongan en tu casa calidad 24/96 con un poco más de “peso” de transferencia del que tiene la “calidad CD” (16/44).
Este ingreso del sistema de streaming al territorio del audio de
alta performance obligó a los fabricantes de streamers a enfocar seriamente
su atención en la calidad de sonido de sus dispositivos si querían ganar
mercado aprovechando las posibilidades que traía el MQA. De esa "seria nueva
atención" resultó esta nueva raza de productos, los streamers de alta
performance.
Finalmente, todo esto trajo un importante beneficio
colateral para quienes desean todas las ventajas del reproductor de CD, sumadas a las
ventajas de la HighEnd Audio PC (que van más allá del streaming de alta
calidad) ya que estos dispositivos eliminan la mayor parte de los inconvenientes de ambos sistemas de
reproducción.
Un licuado de simplicidad
Veamos.
Por un lado tenemos la simplicidad de los reproductores de CD con las desventajas de sus partes móviles, errores de lectura y paredes llenas de discos que hay que levantarse a cambiar cada vez y esperar a que el sistema cargue y lea.
Por el otro, la comodidad de la computadora, la capacidad de guardar toda la discoteca, casi sin importar su tamaño, en un disco más chico que dos atados de cigarrillos.
Se necesitaría combinar las ventajas de ambos mundos. Los streamers de alta performance vienen a hacer eso.
Hagamos un ejercicio mental utilizando, por ejemplo, el Node 2 de Bluesound.
- Pensemos en un excelente reproductor de CD.
- Remplacemos el lector de CDs por un disco rígido.
- Extraigamos el hardware de comando, control remoto incluido (sí, ese que siempre se pierde, y además hay uno solo).
- Diseñemos un software de comando remoto con una interface gráfica equivalente a la que usamos en nuestra computadora audiófila.
- Hagamos una versión de ese software para PC, para iOS, para Android de forma tal de poder comandar la
selección y reproducción musical desde nuestra Tablet, PC, Mac o celular… incluso desde cualquiera de ellos simultáneamente, en paralelo.
- Dotemos al sistema de comando remoto de controlar el volumen del dispositivo en el dominio analógico, o sea, sin pérdida de calidad al bajar el volumen.
- Sumemos la capacidad de leer no solamente desde un disco rígido, que pueda también hacerlo desde un dispositivo Bluetooth, desde nuestra cuenta de Spotify, Qobuz, Tidal, Deezer, TuneIn, Napster, etc.
- Sumemos también la capacidad de reproducir 24/192 y MQA, para una alineación en tiempo correcta.
- Agreguemos una salida digital SPDIF, por si las moscas...
- Empaquetemos todo eso en un gabinete minimalista del tamaño del best-seller que leímos en la playa este último verano.
- Pongámosle el precio del más barato de los componentes de nuestra cadena de sonido.
Y, sí. El resultado es un camino sin retorno.
Streamers como el Node 2 son, a mi criterio, los primeros en calzar en el nicho de alta
performance de este nuevo paradigma. Son la primera camada, pero están muy lejos de ser la última.
Son el camino a seguir.
Así como el primer dispositivo digital nos mostró que se podía escuchar música sin ruido a púa, estos recién llegados nos muestran que se puede escuchar música sin ruido digital.
Esto, recién empieza.
E.C.
www.audioperformance.com.ar