originalmente publicado en la Revista Teatro Colón

Ya sea un reproductor de CD, un giradiscos o un sintonizador de radio, el front-end es el “componente uno”. Es el dispositivo encargado de la lectura y/o procesamiento inicial de la información musical que luego será amplificada por la cadena de sonido. Es, tanto como un componente puede serlo, “el origen de la información musical”. De ahí su importancia.

Economía y sensatez

Durante mucho tiempo prevaleció el concepto de que aquello que abunda no daña. Esto fue probablemente cierto cuando la vida era más simple y los sistemas no muy complejos.

Pero, unas veces el desarrollo tecnológico y, otras, la mera evolución de las cosas, fueron socavando las bases de este concepto.

Varios principios, desde la navaja de Occam hasta las leyes de Murphy, cada una a su modo y en su propio humor filosófico, ponen esta aseveración en seria duda. La primera sosteniendo que “en igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta” y Murphy con su afirmación inicial de que “Si algo puede salir mal, saldrá mal”, postulado fundacional del pesimismo que para nuestro análisis cobra perspectiva a la luz del Murphológico Factor Chi el cual sostiene que “la cantidad es inversamente proporcional a la calidad”.

Por todo esto y muchas cosas más, que vienen aún menos a cuento que las ya mencionadas, lo que abunda puede molestar y mucho; aún cuando muchas veces no abunde gratuitamente, sino con el propósito de corregir un problema mayor.

Todo esto para decir que la modernidad parece darle la razón a la premisa exactamente opuesta a la que pregona las virtudes de la abundancia. Esta premisa dice sencillamente: menos es más.

En términos de sonido esto significa que, muy probablemente, cuanto menor sea la cantidad de elementos involucrados en una cadena de sonido, mejor será el resultado final obtenido.

Esto nos lleva directamente al front-end, ya que un buen reproductor de CD puede ahorrarnos la necesidad de poner en juego controles de tono, ecualizadores y otros correctores varios. Esto significa menos elementos en juego, mayor calidad de sonido. Menos es más.

Restauraciones Imperfectas

Como en todo proceso que involucra arte, nunca significa el mismo esfuerzo ni dificultad conservar algo que repararlo luego cuando por algún motivo se estropeó. No existe restauración que resulte mejor que el original, por definición. En este sentido, la lectura y el procesamiento inicial subsiguiente son más determinantes para el resultado final de lo que lo es una primera impresión en términos sociales. Vistas las cosas de este modo, resulta mucho mejor esforzarse por disponer de una fuente de sonido fidedigna que intentar corregir los defectos de origen más adelante en la cadena de audio. Ningún ecualizador, filtro o compensador en el planeta podrá arreglar totalmente lo que no se leyó o procesó bien de entrada.

Como hoy en día la fuente de sonido de alta calidad más popular es el CD, parece entonces razonable dedicarle especial atención.

Lo primero a tener en cuenta es que los reproductores de CD no suenan todos igual. No, de ningún modo.

Cuando uno no es igual a uno

Se sabe que lo que viene grabado en el disquito es una sucesión de unos y ceros digitales, por lo que cabría suponer que mientras no se nos pierda ninguno en el camino, en teoría, el resultado debería ser siempre el mismo. Pero no, las cosas no son tan sencillas, ni en teoría.

Esto se debe a varios factores. Desde cosas que no vamos a describir en detalle para no aburrir con explicaciones técnicas, como el "jitter", que es un término que define un tipo de error inherente a la lectura y reconstrucción de paquetes de datos digitales; hasta elementos muchísimo más sencillos de entender como la vibración, responsable de errores de lectura, y el mecanismo de transporte, responsable en buena medida de cuanto afectarán al sonido final los dos elementos ya mencionados.

Por supuesto también pueden mencionarse los circuitos de conversión D/A (digital/analógico) que son los encargados de convertir la hilera de unos y ceros en información eléctrica analógica que un sistema de sonido puede amplificar.

Estos conversores tienen por si mismos un rol protagónico en la calidad del sonido final, difiriendo unos de otros tanto en la eficacia de sus circuitos, como en la calidad de sus componentes. El hecho de que sean los encargados del primer proceso al que es sometida la información musical una vez que abandona el dominio digital e ingresa en el analógico, es decir el dominio de lo discernible por el oído humano como sonido, nos da una idea de su importancia. Esto es así al punto que muchos sistemas de alta performance son equipados con conversores dedicados totalmente independientes del sistema de transporte encargado de la lectura del CD.

Puede llegarse a extremos increíbles en el afán de perfeccionar el sistema de lectura de un CD; casi cualquier cosa puede flirtear con el ridículo si uno se empeña en llevarla lo suficientemente lejos.

Como ejemplo de esto, uno de los monstruos sagrados más impresionantes del momento, el Eidos Reference, de la firma Goldmund, es un producto limitado a 50 unidades y tiene un precio sugerido de US$ 75.000, un claro despropósito para cualquiera que tenga problemas con los pagos mensuales de su castillo en Escocia.

Sin necesidad de llegar a semejantes extremos, hay tres cosas que vale la pena tener en cuenta. La primera de ellas es que si está pensando en adquirir un reproductor de CD y un ecualizador gráfico, por dar un ejemplo, seguramente obtendrá mejor resultado si invierte el presupuesto destinado a ambos componentes en un reproductor de CD de mejor calidad de sonido. La segunda, es que igual calidad constructiva o de materiales no significa, ni mucho menos, igual calidad de sonido; dos reproductores del mismo precio probablemente suenen de modo muy diferente, por lo que la regla de oro es: escuche, escuche, escuche, compare, compare, compare. La tercera es: si el componente que lo sedujo de modo categórico está levemente por encima de su presupuesto, estirarse un poco puede ser una decisión muy sabia.

Simplicidad como propósito

El mejor cable es el que no está y el mejor ecualizador es el que nunca hizo falta. La simplicidad manda en el mundo del sonido.

Las personas inteligentes suelen amar la simpleza, porque saben que luego todo se complica solo. Por eso, lo simple y bien hecho suele ser fascinante. La paloma de Picasso, la cinta de Moebius, un “si” o un “no”, dichos en el momento exacto…

Como ejemplo final puede mencionarse una anécdota apócrifa que involucra a la NASA y a la agencia espacial rusa. Creo que el que haya tenido tanto éxito en su divulgación, pese a su falsedad, se debe al hecho de ser un excelente ejemplo de que no conviene complicar lo que puede mantenerse sencillo, dejando en claro que, en la inmensa mayoría de los casos, la solución más sencilla suele ser la mejor.

La anécdota dice, en una de sus muchas versiones, que cuando la NASA inicio el lanzamiento de astronautas, descubrieron rápidamente que los bolígrafos no funcionarían con gravedad cero.

Para combatir este problema los científicos de la NASA contrataron a la empresa Fisher Pen Company para estudiar y resolver el problema. Una década y 150 millones de dólares más tarde, Paul Fischer desarrolló un bolígrafo capaz de escribir con gravedad cero, hacia arriba y hacia abajo, bajo el agua, en prácticamente cualquier superficie incluido el cristal y en un rango de temperaturas desde bajo cero hasta mas de 80 grados Celsius. Los rusos, enfrentados al mismo problema, utilizaron un lápiz.

E.C.

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