Probablemente la falacia más controversial y difundida desde el surgimiento del hi-end audio sea la que enfrenta a los objetivistas con los subjetivistas.

Los primeros insisten en acusar a los segundos de fantasiosos oscurantistas y en general los califican como personas a merced de prejuicios y sugestión.

El problema con todo esto se basa en dos pilares

• El primero es que los objetivistas creen ser los defensores de la verdad científica.

• El segundo es que, como dice un antiguo proverbio, si tu única herramienta es un martillo tenderás a ver todos los problemas como clavos.

Pasemos explicar.

El primer pilar

Para evidenciar la falacia del primer pilar es importante un breve regreso a las fuentes.

El método científico implica seis pasos esenciales, según lo describe sir Francis Bacon. Esos pasos son.

1) Observación, es decir aplicar atentamente los sentidos a un objeto o a un fenómeno, para estudiarlos tal como se presentan en realidad, ya sea de forma sistemática u ocasional.

2) Inducción, lo que significa extraer el principio fundamental de cada observación o experiencia.

3) Hipótesis, o sea concebir una explicación provisional de las observaciones o experiencias y sus posibles causas.

4) Probar esa hipótesis por experimentación.

5) Demostración o refutación (antítesis) de la hipótesis.

6) Tesis o teoría científica.

Queda claro que los únicos que cumplen en gran parte con el método científico son los subjetivistas. Esto queda más o menos explicado en el primer paso mencionado, pero detona con flagrante evidencia el paso número cuatro, como no podía ser de otro modo.

En rigor, para empezar por algo así como el principo del embrollo, habría que empezar por dilucidar si el sonido existe en forma objetiva o, por el contrario, es un fenómeno subjetivo. Es decir, su existencia como tal requiere de un sujeto que lo experimente.

Si bien suele pensarse que el sonido es un fenómeno de existencia objetiva, en realidad puede decirse que sin "tímpano" no hay sonido. En esta afirmación a palabra "tímpano" está entre comillas porque no se refiere a la membrana auditiva física, sino que es una metáfora para poder referirse a todo elemento capaz de percibir vibración y producir en una red neural ese efecto que entendemos como sonido.

El concepto central de ésta afirmación es que el sonido, para existir, necesita un receptor que lo identifique como tal.
Sin ese receptor, la vibración destinada a producir el sonido existe, es decir, tiene existencia objetiva pero el sonido como entidad es una resultante que debe experimentarse, del mismo modo que los elementos constitutivos de un paisaje tienen existencia real pero sólo conforman su resultante, el paisaje, en la medida en que haya un receptor que los percibe como un todo integrado. En el mismo sentido, un sabor no existe mientras no haya un paladar que lo perciba.
En todos estos casos se trata de fenómenos absolutamente subjetivos que no cobran existencia real hasta ser "percibidos", con todo lo que implica el alcance de la palabra.

Resulta entonces que la medición instrumental puede llevar a cabo innumerables tareas, todas ellas importantes; la matemática y la tecnología son capaces de implementar impresionantes mecanismo de cálculo previo y posterior verificación. Nadie podría negarles su inmenso valor. El problema es que lo único que puede probar por experimentación como suena un elemento cualquiera de una cadena de Audio, o la cadena de Audio misma, es el oído humano.

Esto significa decir que solamente se puede cumplir con el 1er paso de la cadena del Método Científico, si se utilizan para la "observación" oídos humanos.

Esto también significa decir que solamente se puede cumplir con el 4to paso de la cadena del Método Científico, si se utilizan para la "experimentación" oídos humanos.

Todo el instrumental disponible hoy sirve, y no es poco, para decirnos si anda o no anda, también sirve para predecir y modificar comportamientos electricos o incluso acústicos; pero lo único que puede decirnos cómo suena es el oído.

Esto que parece tan sencillo de entender ha caído por décadas en los intersticios de infinitas discusiones donde personas que solamente medían pretendía explicarles a las que, además de medir, escuchaban, que eso que escuchaban no era cierto porque no coincidía con lo que ellos median.

En resumen, el objetivismo mal puede hablar "ciencia" cuando su propuesta no cumple los requisitos del Método Científico, descritos todos ellos como indispensables para reclamar el calificativo de “ciencia”.

El segundo pilar

Este pilar es bastante más personal, en cuanto atañe directamente al grupo de objetivistas que lisa y llanamente descartan la experimentación subjetiva como método para arribar a un resultado válido.

Convengamos que aprender a explicar cosas sin necesidad de haberlas experimentado es un proceso largo y trabajoso. Por eso es entendible que quienes han invertido importante cantidad de su tiempo en obtener el conocimiento y la pericia necesarios para efectuar los cálculos y mediciones que consideran imprescindibles para determinar cómo son las cosas, difícilmente se resignen a darle la derecha a unos tipos que dicen escuchar cosas que ellos no pueden medir, pese a todo el trabajo que se han tomado.

La tercera, ¿será la vencida?

Si se quiere, si es que hace falta, hay una tercera pata para esta gran falacia, y es suponer que se sabe lo suficiente, que las explicaciones conseguidas alcanzan. Y digo "conseguidas" porque muy probablemente todo tenga su explicación, pero lo concreto es que para muchas cosas no tenemos explicación, hoy.

Mi padre diría “milagro es lo que no logra explicar la academia científica de la época”. Para esta oportunidad, yo prefiero decir, “nada quemó más libros de tecnología de ayer, que los libros de tecnología de hoy”.

Así y todo se sabe, lo que se dice “saber”, muy poco. El monto de lo desconocido es inmenso, abrumador e incalculable. Saber al menos esto debería convocar humildad a manos llenas, dado lo insignificante de nuestra comprensión ante lo inmenso de los desconocido. Pero los seres humanos necesitamos aferrarnos a algo para llamarlo propio y, con ello, sentirnos seguros. Aunque ese algo sea una patética migaja de conocimiento.

Me gusta decir que, a saber que no se sabe, también se aprende. Probablemente ese sea el aprendizaje más difícil, al menos para una mente inquieta.

El subjetivismo gana terreno de la mano del relativismo y del concepto de que no existen dos fenomenos exactamente iguales, por lo cual toda categorización es relativa. En consonancia con ésto, la caída en desgracia de los absolutos parece inevitable. En el terreno del audio, las señales están a simple vista. Algunas ya no tienen siquiera el pudor de esconderse. Sólo hay que mirarlas.

Por ejemplo, el simple curso de la historia ha ido, lenta pero inexorablemente, arrinconando ese objetivismo absoluto y supuestamente inapelable de otras épocas, y esto puede verse, por ejemplo, en las publicaciones especializadas.

Revistas que en su momento dominaron el mercado, como Guide de la Hi Fi, Suono, la publicación de Eschenmoser y la mismísimas Audio y Stereo Review (ésta última famosa por su Stereo Directory Buying Guide, algo así como la Biblia del Audio en su momento); todas ellas con importante énfasis en las especificaciones técnicas fueron cediendo territorio, hasta desaparecer, a los emergentes del subjetivismo, como The Absolute Sound, Stereophile y tantas otras que vinieron después.

En audio, suele decirse que lo que importa es la cadena; y la cadena más importante es la que va de los músicos a la grabación, de la grabación al sistema de sonido y finalmente del sistema de sonido al oído humano.

O si se prefiere, científicamente y en otro orden de cosas, otra cadena: observación, inducción, hipótesis y experimentación.

Sé igual, siempre terminamos en el oído humano.

E.C.

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