Pareciera ser que mi artículo anterior a este respecto generó más controversia por el uso de la palabra "necio" que por el fondo y el propósito del texto. Para evitar innecesarias confusiones acá va una segunda parte, aclaratoria y con agregados.

El asunto es que, es cierto, tengo un particular encono con los necios. Pero, contrariamente a lo que parecen suponer quienes me critican no escatimando insultos, solapados o directos, yo no encuentro necio a quien no opine como yo, eso sería una absoluta necedad de mi parte y ya deje en claro que los detesto.

Llegado el caso, puede caerme muy bien una persona de escasa inteligencia si es intelectualmente honesta, porque hace mucho descubrí que se aprende mucho más de las preguntas que de las respuestas. Incluso puede caerme bien una persona con prejuicios insalvables, si con honestidad me explica su punto de vista.

Pero un necio es otra cosa, es casi un talibán. Es una persona que acumula en su mente cuatro calamidades: no sabe, no sabe que no sabe, se ofende cuando se le demuestra que está equivocado, y se pone agresivo para intentar poner a salvo su amor propio.

Los necios del audio son aquellos a los que no hay forma de demostrarles que el resultado final, el sonido mismo, es el único parámetro indiscutido por el cual se mide un equipo de sonido. Uno se pregunta ¿cómo se demuestra una tautología? ¿Hace falta demostrar lo evidente?

Son aquellos que no entienden que aun cuando todo el proceso involucrado pueda eventualmente medirse, desde el funcionamiento del front-end hasta el modo en que se relaciona la cóclea con el cerebro para “confeccionar” eso que llamamos sonido... Aun cuando pueda medirse todo eso y cada uno de los miles de pasos intermedios involucrados en la escucha, nada nos dice que todo esto sea medible hoy. Pero más allá de esto, que es mucho, el resultado, que es lo que importa, sólo es evaluable por el que escucha. El todo es más que la suma de las partes. Supongo que si esto no fuese cierto nadie se tomaría el trabajo de ensamblar nada.

En el caso de un sistema de sonido, el todo es particularmente más que la suma de las partes por el sencillo motivo que un sistema de sonido sólo produce sonido, la música es un fenómeno que se produce en el espectador.

Ahora bien, yendo a la percepción personal, que es inevitablemente parte de la cadena de sonido. Se sabe que no todos escuchamos del mismo modo y que hay oídos más sensibles que otros. Pero esto es sólo una parte de la realidad. Sucede que un oído, por apto que sea, debe entrenarse, como se entrena cualquier otra capacidad para obtener su mejor resultado.

La otra parte de esta realidad es que ese entrenamiento tiene lugar más allá del oído mismo y tiene que ver con la red neural a la que se vincula.

Todas las personas que han desarrollado oído crítico saben que no “escuchan” igual cuando escuchan música por placer, que cuando escuchan “sonido” para saber “qué pasa”. La abundancia de comillas explica un poco el monto de intangibilidad que tiene todo esto. Pero “todo esto” existe y es real.

Más allá de mi frase “antinecios” preferida (“no es lo mismo decir: no hay diferencia, que decir: no escucho la diferencia”) hay un hecho concreto y muy interesante: no todas las redes neurales son iguales. Es decir, no solo los oídos son diferentes, también lo son sus redes asociadas. Esto parecería obvio pero no lo es, porque resulta que mucho del malentendido no proviene necesariamente de la "sordera" de nadie.

En el campo de las redes neurales asociadas, la diferencia se produce por discriminación en la base de tiempo (interesantemente similar al fenómeno del jitter, que tanta diferencia hace en el audio digital).

Hay personas que sólo perciben diferencias de tiempo mayores de 20 microsegundos y otras personas que llegan a percibir diferencias de tiempo de 5 microsegundos, o incluso más breves. Esas diferencias de percepción radican en la red neural, no en el oído físico. No se trata de respuesta en frecuencia, se trata de intervalos de tiempo. De eso se ocupa el cerebro y su red asociada, no la "oreja".

Repito, no tiene nada que ver con la sensibilidad a frecencias.

Entonces, surge la pregunta de para qué sirve detallar una diferencia aparentemente tan secundaria que involucra una percepción aparentemente tan poco significativa. Bueno, sirve, en principio, para generar acaloradas discusiones en el mundo del audio.

A ver, supongamos una grabación de una trompeta con un tiempo de ataque del orden de los 7 microsegundos (en realidad no tengo idea pero sé que es muy rápido)

Sucede que la resolución en tiempo de una grabación en 44.1 kHz es de 22.7 microsegundos, y hasta ahí todos escuchamos el mismo sonido, por decirlo de algún modo.

Esto sucede porque en una grabación en 44.1 con capacidad de describir diferencias de información (transientes/información de bajo nivel) de hasta 22.7 microsegundos tanto el “audiófilo 20 microsegundos” como el “audiófilo 5 microsegundos” percibirán la misma cantidad de información.

Pero en esa misma grabación tomada en 96 kHz y que por lo tanto tiene una resolución en tiempo de 15.1 microsegundos, los "audiófilos 20 microsegundos" comienzan a quedarse afuera, porque los intervalos de menos de 20 microsegundos están por encima (en realidad, temporalmente por debajo) de su percepción y jurarán por todo lo sagrado que no existe ninguna diferencia con la grabación de 44.1 kHz. Pero un audiófilo “5 microsegundos” percibirá diferencias de información y jurará por todo lo sagrado que la grabación de 96 kHz tiene una espacialidad unos detalles de timbre y una palpabilidad que la otra no tiene.

Y sí, al problema peliagudo lo generan la trompeta grabada en 192 kHz, que permite una resolución en tiempo de 7.5 microsegundos. En ese caso la resolución temporal 4 veces superior del “audiófilo 5 microsegundos” podrá señalar diferencias que para el “audiófilo 20 microsegundos” pasan totalmente desapercibidas.

En éste punto es cuando una horda embravecida de “audiófilos 20 microsegundos” acusa de superchería y autosugestión a un reducido grupo de “audiófilos 5 microsegundos”… y los quema en la plaza pública en cuanto emiten la primera palabra al respecto.

E.C.

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