No me canso de repetir que el high-end no se trata de objetos sino de resultados.

Pese a esto, los necios insisten en pretender ignorar que los efectos en el mundo real de las cosas más importantes y esenciales son tan tremebundamente contundentes como intangibles.

Sucede que esto de la intangibilidad tiene la curiosa costumbre de pasearse por casi todas las cosas importantes de la vida, como criterio, lucidez, sabiduría, etc. Incluso los pesos pesados como Amor y Felicidad se anotan en el grupo de lo intangible, en fin, esas pavaditas que no aceptan medición de ningún tipo.

Todavía sonrío y me indigno livianamente cuando en aquella fantástica película, “La Sociedad de los Poetas Muertos”, el libro de poesía comenzaba con un método secular, canónico y preciso para medir el valor poético de un poema con… un sistema de ejes cartesianos. Digno de verse.

Para algún necio desorientado que haya dado con éstas líneas por casualidad o masoquismo, va una aclaración: en los parámetros de la metáfora audiófila, “intangible” significa que no sólo no se pueden tocar, tampoco se pueden ver, oler, pesar, medir, etc. Sólo se puede “escuchar”. Aclaro por las dudas.

Los necios, supongo que por algún perverso motivo, suelen refugiarse en el mundo de lo tangible y suelen tener una mayor tendencia a denostar a los que saben, que a aprender de ellos. Así les va, claro.

Además, son tozudos. En más de una oportunidad han intentado demostrarme que un sistema de sonido era bueno porque medía bien. Amigo mío, se trata de sistemas de sonido, no de medición. Aquí se aplica aquello de que “si mide bien y suena mal, es malo; y si mide mal y suena bien, estás midiendo la cosa equivocada”. También se aplica lo de los ejes cartesianos de la película, si es que uno quiere ser sarcástico, claro.

Cuando tenía 13 o 14 años el audio me quemaba la cabeza y tenía la suerte de poder jugar con lo que en aquella época eran los monstruos sagrados del sonido, los Revox A36 de la desaparecida Radio Porteña, las consolas de sonido de Caballero y las amplificadores con KT88 y trafos Audel a la salida… pero así y todo, teniendo la realidad ante mis ojos y oídos, y por exclusiva culpa de mi inseguridad y falta de conocimiento leía con untuosa reverencia la revista Audio americana y me aprendía de memoria cuántos ceros después de la coma tenía la especificación de distorsión de los amplificadores que figuraban en el Stereo Directory Buying Guide.

Poco tiempo después entendí que eso no significaba nada. Pero aclaremos, absolutamente nada.

Hoy encuentro por todas partes personas que nunca han oído un sistema de verdad sonar de verdad; personas que sólo han visto fotos de sistemas que no saben cómo suenan, emitir opiniones rotundas sobre todo eso que desconocen. Esto suele ponerme de mal humor porque es un insulto para quien se ha tomado el trabajo de afinar su instrumento auditivo, viajado por el mundo a innumerables exposiciones, fábricas y reductos semiocultos del audio exquisito gastando mucha plata y suela de sus zapatos. Tengo la sana impresión de que opinar sobre equipos que sólo se vieron en fotos es como querer emitir juicio sobre la Enciclopedia Británica habiendo mirado sólo las figuritas.

Es algo así como si comprar una revista con fotos de Michelle Pfifer les diese alguna idea de cómo es la persona en la vida real. Si tiene mal aliento o no, por ejemplo. Casi me parece escuchar a alguno diciendo “¡Ojo! Yo tengo tal o cual aparato requetecaro, de esos que todo el mundo respeta”. La respuesta es “sí, pero un aparato no hace high-end, porque el high-end no se trata de objetos sino de resultados, y en los resultados todo juega, el resto de los componentes, la sala y, por supuesto, la puesta a punto final. Sobre todo esto último, que suele ser lo menos respetado, por aquello de la intangibilidad. No entender esto es como decir “yo no solamente tengo una colección de fotos de Michelle Pfifer, además mi mujer tiene exactamente la misma nariz, ¡igualita!”. Nuevamente lo que importa es el conjunto. ¡Vive Dios!

Tengo amigos en todo el mundo que trabajan seriamente haciendo puesta a punto de equipos, personas que han escuchado y probado mil formas de hacer que mil equipos suenen de mil modos diferentes. Personas que son respetados por los popes del audio internacional, esos que suelen diseñar los equipos de las fotos, y que en muchas ocasiones consultan a estas personas para el ajuste final de cada nuevo producto. Dicho esto, me parece necio de toda necedad que una persona que sólo escuchó el equipo propio y el de un par de amigos (y, claro, jamás en la mejor de las circunstancias) pretenda, por haber leído algún libro especializado, discutir e incluso menospreciar la opinión de personas serias, talentosas, y con excelente oído natural que han invertido mucho trabajo y esfuerzo en la formación de su criterio de escucha. Es algo así como sentirse a la par de Shakespeare por haberse comprado una buena lapicera.

Otro gran grupo de necios suele esgrimir argumentos del tipo “hombre de paja”. Para quienes no hayan estudiado lógica, se trata de una forma de argumentación desleal que consiste en exagerar los términos de lo enunciado para ridiculizarlo y así negarle valor; también suelen incurrir en el argumento “ad hominem” donde no se discute la validez de la idea sino el valor personal o la credibilidad de quien la enuncia.

El tema de los opinantes sin oído (o sin haber oído lo suficiente) podría bien ser caso de un grupo de ciegos que, teniendo como hobby la fotografía, no tienen más remedio que discutir sobre las especificaciones de las cámaras. Entonces arman unas trifulcas tremebundas sobre si tal Nikon tiene mejores o peores características que tal Canon. Eso sí, de la fotografía en sí misma, ni noticia.

Pero la más tremebunda de las falacias surge del hecho de confundir dos declaraciones totalmente diferentes y darlas por idénticas. Tal el caso de “no escucho diferencia” y “no hay diferencia”. En este caso, el problema es doble, porque uno puede no disponer del instrumento necesario (problema 1) pero puede tener o no la sensatez de suponer que otros pueden escuchar lo que uno no escucha (problema 2). Vaya uno explicarle a un necio que padece daltónismo acromatopsico, por lo que sólo ve el mundo en matices de gris, la existencia de un universo de colores. Fantasías, hombre, fantasías!

Pero es necesario ir un paso más adelante aún. Para poner a punto un sistema de sonido no alcanza siquiera con tener buen oído natural. Hace falta tenerlo entrenado. Hace un tiempo ya, un poco para divertirme y otro poco por motivos prácticos establecí lo que llamé las cuatro etapas de la audiofilia:

1) No escucho la diferencia

2) Escucho la diferencia

3) Sé en qué consiste la diferencia

4) Sé cómo modificar esa diferencia

Lo interesante de estas 4 etapas, es que luego de la cuarta etapa se vuelve a la primera etapa, pero de otro ciclo, superior al anterior (supongo que esto pasa en todos los órdenes del conocimiento). Sucede que siempre hay una nueva diferencia que aprender a escuchar, detectar y eventualmente modificar. Todo esto para arribar al concepto de que el oído crítico se desarrolla, como cualquier otra habilidad. Partiendo de una buena base claro, primero hay que tener oído. Sí, hay que tenerlo porque es el único instrumento de medición realmente válido en todo este asunto.

Pero aún el oído más apto desde lo biológico requiere años de mucha escucha para empezar a entender qué pasa. Es como cantar o bailar o pintar, no se aprende, se pule. Jackie Stewart nació con El Don, pero no sabía lo mismo sobre conducir autos cuando sacó el registro de conductor que después de ganar su tercer campeonato.

Y uno aprende, y pregunta y compara en decenas de exposiciones, en centenares de salas de audio. Y lleva su pen-drive con los temas que prefiere y conoce, claro. Pero, y aquí un buen detalle, no solamente con los temas que mejor suenan, sino también los que suenan mal de un modo específico en un punto específico. Porque después de haber escuchado ese tema en varios monstruos sagrados y descubrir que en todos ellos suena mal en el mismo punto, uno sabe uno sabe que si en el equipo que está escuchando suena bien, es que algo está mal! Uno saca a la cancha esos temas especiales, por ejemplo, cuando tiene dudas sobre el comportamiento del sistema en una determinada banda de frecuencia. Claro que para eso hay que saber de qué frecuencia se trata, y ahí es donde entra a tallar el “material de base” porque “lo que natura non da, experiencia y conocimiento non prestan”. Todo juega en el resultado final.

En fin, sé que los necios eligen reírse de todo esto.

Será porque cuando no se tiene la suma necesaria de talento, conocimiento y esfuerzo, resulta la única alternativa disponible.

Ellos se lo pierden.

E.C.

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