El artículo que refloto a continuación muestra la vigencia de los conceptos esenciales de lo necesario para lograr un buen sonido, sumado a una interesantemente acertada predicción sobre el futuro del Hi End formulada a principios de este siglo.
Sucede que invariablemente, desde que alguna vez pisamos la primera exposición internacional de Audio HiEnd en aquella época en que éramos tan jóvenes que nos suponíamos inmortales, hasta hoy, en que la tecnología nos ha arrimado modos de reproducción y escucha impensables en aquel momento; invariablemente, digo, regresábamos con la misma obsesión martillándonos las sienes: la atmósfera, el evento musical, la palpabilidad…
Ese es el motivo por el que hacemos todo esto.
Tenemos la suerte de que los archivos de alta resolución y los transductores de superagudos al alcance del bolsillo (nunca soñé, allá por los 70, poder comprar un Decca Ribbon) hacen posible la inclusión de un tercer mosquetero: la sobre extensión en agudos, la “espumita”, esa que nos negaba la infancia del sonido digital.
Si, a la velocidad y a la fase se agrega hoy la exquisita extensión en agudos (para muchos “los supraaudibles”) formando una trifecta absolutamente disfrutable.
Buenos aires, Noviembre de 2000
Finalmente Fernando T, el loco simpático, regresó.
Anduvo mirando y escuchando. Se mordisqueó toda la Gran Manzana hasta el palito y hasta anduvo, comida china de por medio, de charla larguísima con el mismísimo Mark Levinson. Uno de estos días voy a convencerlo de que escriba algún articulito; tiene una manera definitivamente divertida de exponer las cosas.
El asunto es que dentro de la vorágine de Genesis, Conrads, Red Roses, Pipe Dreams y toda la parafernalia que puebla el relato apasionado de las peripecias de un audiófilo en "extranjeria", se le fueron cayendo dos palabritas. Más vale dos conceptitos.
El primer conceptito se refiere a ese algo que solemos llamar "dinámica" y que va de la mano de los dos hijos dilectos del Dios Transiente, "Ataque" y "Decay" respectivamente. En el lado B de este sencillo, que no es tan sencillo, encontramos algo que para mis oídos es determinante: la información de bajo nivel, especialmente en el extremo agudo del espectro. A falta de mejor nombre, me gusta llamarlo "microdinámica".
El segundo conceptito, refiere a la fase.
Concepto éste frecuentemente soslayado por todo aquel que no haya criado su oreja teniendo un par de Quads ESL63 a mano. Cabe aclarar que una de las más importantes cosas que comparto con Fer es el respeto por esos maravillosos transductores que, hagas lo que les hagas nunca llegan a sonar del todo como uno quiere, pero te estropean el paladar para todo lo que esté por debajo de ellos lo que, en una época, era “casi todo”.
Entonces, fase, más fase y recontrafase. Sucede que la coherencia de fase suele ser lo más parecido a la quintaesencia de la verdad revelada y es muy frecuentemente lo que primero se pierde en una grabación. Porque nada suena bien, nada nos parece correcto, en el fondo de nuestra almita, si la cosa no respeta fases y tiempos de arribo.
Siempre sostuve que la fase, en todos sus aspectos, resulta crucial porque es un factor determinante
de lo que sucede en el "dominio temporal" (time domain). Y en el
dominio temporal se definen el realismo y la palpabilidad. En suma, el
evento musical en sí mismo.
Todo el embrollo puede muy bien comenzar con un matete entre la fase del piano y la del contrabajo, tomados ambos con diferentes micrófonos a diferentes distancias; luego puede agravarse en el estudio de grabación con el pequeño sainete de vaya uno a saber qué pasó con la fase relativa, por no hablar de la absoluta, cuando la música se estrelló contra la consola de Master. Agreguemos ahora la post-producción. Y por último todo este desastre puede terminar en un minué para monitores y subwoofer a cargo de un muy desconcertado dueño de casa que no atina a comprender por qué todo suena como el mismísimo diablo.
Sé muy bien que todo esto suena a ensalada pasada de condimento. Pero es bueno que así sea. Este es realmente el estado de embrollo en que se encuentra el Hi-End en nuestros días, tratando de obtener alta performance electroacústica por un lado y estropeando, por el otro, la esencia misma del fenómeno musical agregando cada vez más pasos de proceso y olvidando la premisa de que “menos es más”. Todo esto, claro, a precios de barco hecho a medida para armador griego.
En términos de pureza de señal el manoseo es inaudito. Hace pensar en los años en que la asepsia era un fenómeno desconocido, la fiebre puerperial moneda corriente y los médicos quedaban desconcertados frente al neonato muerto cuando, luego de practicar una autopsia y sin trámite de higiene intermedio, atendían a continuación el parto.
Por supuesto nada de esto tiene solución. Al menos hasta que la tecnología digital esté lo suficientemente madura como para corregir digitalmente tiempos de arribo al momento de la grabación, y a alguien le importe hacerlo, claro. No creo que la cosa vaya por ese lado. Supongo que ese tipo de grabaciones siempre será territorio de un pequeño grupo de obsesivos entusiastas, no de estudios de producción masiva.
Más vale, la respuesta será la conjunción de tres elementos ya disponibles: las memorias no volátiles de estado sólido de alta capacidad, los sistemas de alto sampleo y el sombroso avance del hi-fi, enarbolando el estandarte del buen sonido a bajo precio, salvarán lo único salvable del embrollo inicial ofreciendo sonido convincentemente bueno a precio razonablemente bajo.
Las aguas probablemente se dividan dejando, de un lado a un HiFi asombrosamente escuchable, muy similar a lo que sería hoy Hi End Entry Level, pero a un precio increíblemente bajo; y por el otro lado un Hi End, con sus precios por desgracia intactos, pero con un sonido hoy impensable.
Sólo esperemos que el vertiginoso progreso del Hi Fi no saque la pelota de juego, riéndose en las narices del Hi End con una calidad de sonido suficientemente similar para el oído promedio y a una ridícula fracción de su costo.
Lamentablemente esto dejaría a ese sonido extraordinario que todos deseamos y buscamos reducido al nicho de obsesión insana, patrimonio de personajes oscuros con algo de lunático y mucho de romántico incurable.
E.C.
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