Donde arranca la pregunta
Recuerdo un par de pantallas
Quad ESL63, un club de audio con amigos poco propensos a ponderar todo
lo que no fuera sonido "dinámico" y una discusión
encarnizada: "baja coloración vs. dinámica".
Es por todos bien sabido
-y si no es así debería serlo- que las Quad son campeonas
mundiales en naturalidad de sonido en su rango de precio -y un par de peldaños
por encima de su precio también- pero padecen de algo que para la
mayoría de los audiófilos es pecado mortal: muy baja capacidad
dinámica.
Este es el fenómeno.
Al escucharlas por primera vez son buenas. Escuchándolas durante
un tiempo con detenimiento uno descubre cosas realmente muy disfrutables.
Al cabo de un par de años, difícilmente otro parlante sirva
para quedarse en casa, a no ser que uno esté dispuesto a hacer una
inversión de envergadura hipotecaria.
Para quien las hayan escuchado
diariamente durante años, tal mi caso por tenerlas como parlante
de referencia, su naturalidad llega a tornarse imprescindible. Entiéndase
bien, ningún entusiasta de estos parlantes deja de percibir sus
defectos pero, con el tiempo, se tiende a ahondar en sus virtudes.
En la medida en que fui
accediendo a un sistema cada vez más sofisticado, su muy baja coloración
se hizo cada vez más audible, imprescindible, necesaria y, finalmente,
adictiva.
Como decimos con un amigo
que padece de lo mismo "Solas -es decir sin subwoofer- suenan incompletas,
pero te estropean para todo lo demás".
Para decirlo de una vez,
de todas las virtudes indispensables para que un parlante Hi-End se ubique
en el pelotón de punta, las Quad no tienen ninguna... salvo, la
naturalidad y el timbre. En esto rivalizan sin nerviosismos con cualquiera
del grupito de punta, inclusive con ese parlante que Ud. cree que tiene
la punta.. Pero no se les puede pedir que reproduzcan esa otra forma de
naturalidad que es el impacto dinámico ni con la orden de un Juez
Federal, según diría Jorgito
Pese a todo, siguen siendo
referencia absoluta para muchas personas. Probablemente todas esas personas
escuchan el silencio que se produce donde debería haber distorsión,
cada vez que estos parlantes hacen su pequeño acto de magia.
Entonces, de que se trata?
Se trata de que aún
cuando con ellas puedan no escucharse algunas cosas que deberían
escucharse, como contrapartida,
no se escucha lo que
no
debe escucharse. Distorsión por coloración.
De la ausencia de coloración,
derivan el timbre y la naturalidad.
Y sucede que es muy fácil
habituarse a la ausencia de coloración, solo requiere tiempo y estar
lo suficientemente desprevenido. Entonces, luego de un tiempo, sin percatarse
del sutil pero inexorable cambio producido en la forma en que uno se predispone
a escuchar música cuando enciende el equipo de audio, entonces digo,
uno va y escucha otro equipo... y algo falla.
Justo en ese momento, uno
comienza a preguntarse...
Pero hemos hablado de baja
coloración, y éste es el tema medular de este divague.
Debe tenerse en cuenta que
la coloración -sonido propio- es una de las dos formas en que un
parlante miente -o distorsiona- la otra es la omisión. Y aún
cuando no puede considerarse veraz a un parlante que, si bien no miente,
tampoco dice toda la verdad, declaro solemnemente que puedo convivir más
fácilmente con un parlante que omite algunas cosas que con aquel
que las inventa.
La mitomanía en materia
de parlantes conduce a una muy molesta forma de desinformación.
Digo todo esto con las Quad
en mente; ellas originaron esta disgresión.
Porque, indiscutiblemente,
que un parlante sea capaz de poner el acento en naturalidad y timbre, al
mismo tiempo que hace mutis en todo lo demás, lo convierte, al margen
de sus cualidades musicales, en una herramienta de investigación
muy interesante. Conmueve que sean tan veraces, en un solo sentido.
Pero continuemos, y así decimos que lo que es válido para los parlantes, también
es válido para los sistemas de sonido considerados como un todo. Y aquí incluyo
toda la cadena de sonido, desde el registro original hasta el recinto en que se
escucha, medio necesario para que el sonido arribe a nuestros oídos. Podría
agregar también los oídos
Aunque esto tiene sus bemoles, claro. Uno puede descubrir, por
ejemplo, que la naturalidad, como antónimo de espectacularidad,
es muy poco seductora, casi diría que es aburrida. En primer lugar,
sucede que uno tiene la oreja hecha al sonido envasado.
Envasado en grabaciones,
en amplificadores, en parlantes. Es lo que más ha escuchado en su
vida, desde chico. Uno sabe como
debe sonar. Si no suena
así, algo no está bien.
Un equipo de audio
debe
sonar como un equipo de audio y, si nos atenemos al gran promedio, se puede
decir de ellos cualquier cosa menos que son naturales, claro que por aquello
del principio de identidad, suenan siempre como ellos mismos.
Todo esto hace que cada
vez que encendemos un sistema de sonido descubramos, sin asombro, que un
equipo de audio, para sonar bien, deberá fundamentalmente sonar
como un equipo de audio.
Si queremos colocarle el
rótulo de
muy buen equipo de audio, deberá
entonces sonar como un muy buen equipo de audio. Descubrió la trampita
?. Siempre deberá sonar como un equipo de audio.
Este es el meollo del asunto.
Claro que existe un sinnúmero
de factores que avalan y hacen posible este fenómeno.
Podemos señalar que
el advenimiento de la música "enchufada", considerada
en este caso como antítesis de la "desenchufada", dejó
muy poca naturalidad por ser reproducida. Muy poco con que comparar.
Otro elemento importante
es que la mayor parte de la gente no ha escuchado nunca un sistema Hi End
de alta performance, por lo que tampoco sabe
como suena un
equipo así, solo puede connjeturar, y a la hora de conjeturar ,
la conjetura obvia es
más de lo mismo, es decir, más
fuerte, más impresionante. En suma, más bonito.
Pues bien, entre más
bonito y más natural existe, habitualmente, una distancia tremenda.
Esto quiere decir que no son para nada la misma cosa.
Por eso cuando uno juzga
sonido con lo bonito en la mira, no siempre elige lo más real -léase
natural-. Sucede que se nos ha inculcado la falacia de que toda distorsión
es desagradable e indeseable. No solo no lo es, sino que a veces es deseada
y provocada, aunque más no sea en la forma de las explosiones armónicas
que, como fuegos de artificio, pululan en los recitales de rock. La distorsión
puede ser bonita.
Desgraciadamente, en un
momento de la historia en que lo envasado es moneda cotidiana y corriente,
por no decir casi única, volver a acostumbrarse a lo natural puede
llevar un tiempo, sobre todo cuando desde nuestra más tierna infancia
hemos estado escuchando "sonido a parlante" como algo deseable
y aceptado y la mayoría de nosotros difícilmente ha concurrido
alguna vez a una sala de concierto para descubrir personalmente como es
que la cosa debe ser. Esto sucede, desgraciadamente, con la gran mayoría
de las personas, audiófilos o no.
Recapitulando
Estamos entrenados para
reconocer lo conocido como deseable. Esto se da en cada aspecto de nuestra
vida. Para aspirar a un sonido etéreo y sin distorsión, deberíamos
estar habituados a escucharlo; debería habérsenos hecho necesario
por asiduidad. No es así en la mayoría de los casos.
Habituar el oído
a escuchar música no envasada es fundamental para descubrir que
el tema tiene dos caras. Que la naturalidad es un valor por lo menos tan
importante como la espectacularidad. Que lo natural y lo atractivo generalmente
van por andariveles separados; porque para hacer las cosas aún más
difíciles, la realidad nos dice que rara vez un sistema nos entrega
lo mejor de ambos mundos. El impacto y la sutileza.
Cuando lo hace, entra en
la categoría de sublime y nos deja con la boca abierta. Ahí
si, la cosa cambia, pero esto es tan caro como difícil de lograr.
Un sistema puede sobresalir
por lo que hace... o por lo que no hace. Lo primero se relaciona con aquello
de "más de lo mismo". Lo segundo, a mi criterio, tiene
que ver con el primer gran peldaño de la excelencia.
E.C.
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